La alegría en la práctica de yoga

A simple vista mi práctica de yoga puede parecer rígida: levantarme de madrugada, practicar la concentración, calmar mis pensamientos (sí, haz la prueba pueden ser las 5 o 6 de la mañana y tu mente está ya muy despierta trabajando), leer filosofía del yoga, practicar asanas. Luego inicia mi día regular de mi trabajo.

Hace un par de años atrás llegué a sentir que mi práctica era una carga más, incluso no empecé a disfrutarla, me sentía abrumada como si hiciera muchas cosas y el aprendizaje estuviera detenido.

El camino del descubrimiento espiritual no debería ser una carga. ¿Qué sentido tendría si lo que nos va a sacar del hueco de la infelicidad nos genera más estrés? Ninguno. 

Hasta que las palabras de mis profesores empezaron a tomar otro significado. Hazlo con disciplina, pero con buena disposición, con alegría. 

Empezando por mi maestra Rina Jakubowicz quien nos decía que esto toma años y que hay que hacerlo por largo tiempo, con constancia y con honestidad. Tal y como lo expresan los Yoga Sutras de Patanjali.

A veces era inevitable no se sentir la carga de querer hacerlo como una obligación. Aún seguí practicando, dando lo mejor que podía con mi nivel de entendimiento.

El maestro de meditación budista Kadam Morten Clausen me dijo, al terminar una de sus charlas, que la práctica de la meditación es mejor hacerla de manera simple y con gozo, con alegría. Si no podemos calmar los pensamientos porque la mente está muy agitada, tomar una pausa y empezar en otro momento. 

Debemos evitar presionarnos, porque nos creará más deseos de abandonar el camino.

Un par de años más tarde Swamiji, del Yoga Research Foundation, explicaba que practicar con alegría y entusiasmo las manifestaciones de nuestro Sadhana (disciplina espiritual) nos conduce al desarrollo de una vida más feliz, próspera, serena y cerca de Dios. 

Está bien comenzar nuestra practica de yoga con aquello que se nos hace más fácil o cercano, luego cada cosa va a ir encajando y estaremos más receptivos a seguir aprendiendo e incorporarlo en parte de nuestra vida. 

Una de mis amigas profesoras de yoga me dijo “hay días que no puedo hacer una práctica intensa y prefiero dedicarle más horas al estudio o tomar unos minutos para hacer yoga restaurativo. Pero no dejo pasar el día en blanco”.

Un día en el que no incluya al menos una de las manifestaciones del yoga, son 24 horas que desaproveché. Siempre hay algo que podemos hacer, como hacer ejercicios de respiración, escuchar música kirtan o devocional o recitar un mantra.

Para los que escogen este camino sin recluirse en un Ashram es muy fácil encontrar distracciones o dar excusas. Pero siempre podemos intentar de nuevo, practicar y asimilar lo aprendido.

El día que flaqueo y me gana la pereza, al día siguiente vuelvo con más intensidad y alegría. Escuchar a mis maestros no sólo me despierta el conocimiento, que se transformará en luz guiadora, sino que también me enciende la alegría de volver al mat, a mis libros o a mis nalgas para meditar.